2013/10/10

EL SECRETO DEL EMIGRANTE

Teníamos doce años. Él debía haber pasado los setenta hacía bastante. Se definió como Montañés, porque lo de Cantabria le sonaba a moderno y a política.
 
Empezó a hablar y nosotros nos quedamos quietos en silencio, como si supiéramos que estábamos a punto de ser testigos de una gran revelación, con esa intuición certera que demostraba que aún éramos niños.
 
Habló de sus viajes, de su pasado como sacerdote, de su matrimonio, de su trabajo en lejanos países como asesor de grandes mandatarios, de todo lo que había visto, del mundo que había recorrido ...y entonces comenzó a hablar con un brillo especial en los ojos, y habló de sus prados verdes, de sus libros junto a la chimenea, de su pueblo y de sus paisanos,  y en definitiva de que había vuelto a casa.
 
 "Algunos de vosotros tendréis el hormiguillo que yo tuve y querréis ver mundo, y correr aventuras, haréis grandes cosas... pero al final de la vida también vosotros deseareis volver al sitio de donde partisteis"- Así nos explicó emocionado que cuando uno se hace viejo, quiere volver a su tierra.
 
Me prometí no olvidar aquel consejo,  tener un lugar donde volver cuando haya vivido mucho, donde descansar y donde recordar la niñez, experimentándola de nuevo con los ojos cansados y más paz en el alma.  



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